A partir del comienzo de la Cuaresma, es la época en que más personas deciden reservar hoteles en Sevilla para empezar a impregnarse de la ciudad antes de la Semana Santa.
Sevilla vive la Cuaresma como el aviso de una semana de pasión que se aproxima. Esos cuarenta días comienzan el miércoles de ceniza y terminan el sábado de pasión. Se mezcla el olor a incienso, el de alhucema y el de azahar, en los escaparates se pueden ver las deliciosas torrijas y los pestiños.
Los nazarenos sacan sus túnicas y encargan nuevos capirotes siempre con la misma ilusión. Las hermandades preparan los últimos detalles para que todo salga perfecto y las bandas musicales ensayan más tiempo y la capital andaluza se llena de acordes de tambores, cornetas y trompetas.
La capital andaluza se prepara para la semana de pasión de una forma característica y particular, tan intensa y de una forma tan diferente a otras ciudades, que Sevilla tiene su propio ambiente en esos días.
Las más de cien iglesias sevillanas de cualquier época y estilo, realizan los tradicionales besapiés o besamanos, además se efectúan viacrucis o se trasladan a algunas imágenes.
La gastronomía también se deja influir por la Cuaresma, siendo los protagonistas los garbanzos, el bacalao, las torrijas y los pestiños. El pausado despertar a la estación primaveral, suministrara a vuestro paladar una variedad de olores y sabores.
Asimismo es curioso y frecuente contemplar los ensayos de los costaleros que portaran las imágenes, por la noche o por la mañana del fin de semana. Veréis personas con unos conos enormes de color blanco, que son la base de los capirotes, que después taparan sus rostros durante los desfiles procesionales. Todos son preparativos, para que no haya ningún fallo.
Resumiendo, Sevilla no es una ciudad para dejar la vida pasar, sino para vivirla intensamente en los cuarenta días anteriores al sábado de pasión, y después sumergirse en la Semana Santa una época en que la ciudad se transforma para acoger a los numerosos visitantes.