Olot, se halla ubicado en la confluencia de tres valles pequeños atravesados por el río Fluviá. Su prestigio se debe mayoritariamente por su posición en el centro de la Comarca de la Garrotxa, la actividad comercial e industrial, la cultura y los acontecimientos históricos.
Vivir entre volcanes es algo a los que están acostumbrados los olotenses, ya que el municipio está ubicado en el Parque natural de la zona volcánica de la Garrotxa. En el interior de la localidad se encuentran cuatro volcanes, entre los que sobresale el Montsacopa, una talaya en el centro de la ciudad.
Los elementos más hermosos de Olot son los paseos arbolados y la arquitectura modernista. Aunque también encontrareis diferentes estilos arquitectónicos en edificios como la Iglesia de San Esteban y el Claustro del Carmen. Además, cuenta con otras características particulares que convierten en esta localidad en única en los Pirineos catalanes, como el paraje de la Moixina, un sitio tranquilo y plácido, que os sorprenderá por ser como una pintura.
El entorno, es también un ejemplo de la labor de recuperación de los espacios naturales, con alternativas como el jardín botánico con flora autóctona, la red de senderos, el parque de Pedra Tosca y las vías verdes.
La zona antigua de Olot, es donde se concentra el comercio, un centro comercial abierto, que congrega los productos tradicionales locales y la artesanía, con la actividad de una localidad contemporánea y moderna vinculada con el arte, la buena mesa y la moda.
Las Fiestas del Tura, de interés nacional, son las más esperadas, durante las mismas podréis contemplar el baile de la farándula.
En los meses de verano, Olot ofrece actividades variadas que se engloban en La cua del Drac, como el Festival internacional de la Cornamusa o visitas guiadas.
Las ferias que se celebran durante todo el año, dan a conocer la variedad de actividades y productos locales a quienes la visitan. Destacando entre todas la Feria de Sant Lluc, que desde el año 1314 viene celebrándose.
Disfrutar de la gastronomía de Olot, es abrirse a un mundo de nuevas sensaciones a una gastronomía consistente, intensa y sabrosa. Esto se agrupa en la denominada Cocina volcánica, que incluye los caracoles, los frijoles, las patatas, las trufas, etc. A lo que hay que añadir los embutidos caseros, las tortas y chicharrones, Tortell, la ratafía, el trigo sarracena y la avena.