Dos de los barrios con más encanto, historia y color de Granada son el Sacromonte y el Albaicín, que ha sido declarado patrimonio de la humanidad.
Recorrer el Albaicín, es efectuar un viaje en el tiempo a sus orígenes moriscos asimismo de una gozada para los sentidos. Caminar por el laberinto de calles estrechas con olor a jazmín, admirar los jardines de los cármenes (sus viviendas tradicionales) o tomar un té con un dulce pastelito árabe, son experiencias que deben realizarse en vuestra escapada a tierras granadinas.
Las buganvillas y las yedras cuelgan por las tapias pintadas de cal. En su interior, huertas, hermosos jardines y arboles frutas convierten a los cármenes en alquerías pequeñas. En ellas se prodiga un colorido y exuberancia del que participan cualquier calle.
Desde el Albaicín, se pueden ver unas maravillosas vistas de la ciudad, de la Alhambra y de la Vega, los mejores lugares son los miradores de San Cristóbal y San Nicolás.
El Sacromonte, es conocido por sus cuevas, en las que los gitanos siguen celebrando al anochecer sus fiestas flamencas en las que se baila y se canta hasta el amanecer.
En este lugar, se ubicaron los gitanos que seguían a las partidas de los Reyes Católicos, cuando conquistaron Granada.
Los artesanos que tienen los talleres en el barrio, trabajan la forja, el cobre y la mimbre, y los artistas sembraron las profundas raíces del flamenco.
En este precioso barrio surgió la zambra tradicional, con cantes y bailes autóctonos, como la cachucha o la mosca.
El monumento más importante del Sacromonte, es sin duda, su Abadía, dónde se custodian testimonios y reliquias de los primeros cristianos que se asentaron en Granada, y destaca San Cecilio que fue el primer obispo que tuvo la ciudad.
Si queréis conocer más profundamente la historia de este mítico barrio granadino, no encontrareis mejor lugar que el Centro de Interpretación del Sacromonte.