Cantabria es una comunidad repleta de bellos espacios naturales frente a la costa, en su interior montañoso y subsuelo. Bajo sus montes y prados, se oculta un mundo de cuevas y grutas donde podrás sentirte un verdadero explorador adentrándote en la Cueva de El Soplao.
El Soplao, es un lugar lleno de magia. Esta situado a 60 kilómetros de Santander. Un magnifico obsequio de la naturaleza, formado por ríos y pozos subterráneos, lagos cristalinos, gargantas verticales, galerías laberínticas y rocas de diferentes matices y colores. Un capricho que durante muchos años ha estado oculto del hombre, en el que la humedad y el agua han sido las responsables de dar forma a lo largo de cientos de años.
No necesitas ser un experto para adentrarte en El Soplao. El recorrido de un kilómetro y medio está adaptado para toda clase de público desde los seis años, es accesible para personas minusválidas y se puede visitar durante todo el año. No necesitarás llevar un equipo especial para esta aventura.
En una hora de marcha, los visitantes quedan fascinados por las estalagmitas y estalactitas que surgen del techo, del suelo y de las paredes. Esta cueva es un lugar único por la espectaculares helictitas, unas formaciones caprichosas. Un guía te acompañará por las galerías, donde también se hallan restos de la vieja mina.
Además, de miércoles a domingos, los más osados podrán explorar la zona más profunda de la cueva. Los requisitos para hacerlo son: tener una movilidad normal, más de dieciséis años y muchas ganas de divertirse y aprender. Para recorrer esta ruta, más complicada, es necesario llevar un equipo que te proporcionará en la propia cueva y que está formado por un casco individual con luz, un mono impermeable, botas de agua y calcetines.
Dos guías expertos acompañarán a los más atrevidos en una ruta con una duración de dos horas y media. Un trazado que te obligará a agacharte, saltar, arrimarte a las paredes, etc., resumiendo sentir y vivir la cueva. Porque este lugar emite por si solo silencios y sonidos, escucharás la cueva como si fuera un ser vivo, que continua formándose por la acción del agua.